lunes, 22 de agosto de 2011

UN TAL WARREN BUFFETT

Naturalmente que la clase política este verano se lo ha tenido que tomar muy en serio; y en particular los que gobiernan, por lo menos los españoles, reduciendo o eliminando de sus agendas los lícitos y hasta convenientes días de asueto, opino que merecidos en casi todos los casos –aun contemplando a quienes tendríamos que negarle el pan y la sal-, por ser un ejercicio saludable y motivador para acometer después con mente despejada las tareas bajo su responsabilidad que, como a cualquier currelante obligan, se verán beneficiadas con la puesta a punto que probablemente les otorgará el paréntesis ocioso, en cuanto a la claridad de ideas que tanta falta les está haciendo.
Y es que la manida crisis que viene causando estragos –en tantos hogares de las clases sociales siempre desfavorecidas- desde hace cuatro años, no promete ausentarse, ni siquiera suavizarse, para dar un respiro y aliviar las esperanzas de tantas gentes que cada vez lo tienen peor para encontrar un puesto de trabajo, y unos ingresos para ir tirando, o cualquier ayuda para subsistir, paliando, en el mejor de los casos, la precariedad que se ha instalado en sus vidas y que está cercenando ilusiones y proyectos que de no cambiar el panorama económico nunca van a alcanzar. Negro horizonte, para al menos un plazo inmediato, si los pronósticos de los gurús que analizan los mercados financieros son tan oscuros, sobre todo en cuanto a las demandas sociales y al crecimiento del empleo.
Calamidad que no sólo amenaza a nuestro país, sino que incluye al resto de los socios de la Unión Europea –incluída Alemania que ya ha visto frenada la productividad de la que se ufanaban-; y por las últimas noticias la propia USA, no viéndose a salvo de esta ola que amenaza con llevarnos a todos por delante –ahí está el nuevo desplome en cadena de las Bolsas mundiales, en estos días-, dejando impasibles, como si no fuera con ellos, a tanto especulador de profesión, ante la aberrante impotencia de los gobiernos que no atajan, por razones que se me escapan, tales comportamientos que suponen la espada de Damocles que pende sobre el mundo. Claro, Rodriguez Zapatero hace lo que le dejan, por ejemplo, convocar un consejo de ministros el pasado día 19, desdiciéndose de lo de meses atrás con medidas que van a servir de poco, por más que rebaje el iva a las viviendas nuevas, junto a la patética subida de impuestos a las sociedades que más facturen, amén de meternos en cintura con más recortes respecto a los medicamentos de marca por genéricos de la seguridad social.
Pero ojo, sin dejar de amenazar con otros incrementos fiscales a los que no tenemos escapatoria estando en manos de Hacienda, cosa que no afectará a los dueños del cotarro, enriquecidos con el río revuelto que sus especulaciones han provocado. Y ahí, el tal Warren Buffett abriendo la caja de los truenos, para dejarnos perplejos por la poca repercusión que han tenido las declaraciones de este tercer hombre más rico del planeta, según la revista Forbes, arremetiendo contra la administración de Estados Unidos -podría trasladarse en la nuestra también-, en un alarde que le honra, para que deje de “mimar” a todos los que como él, pertenecientes al club de los acaparadores de bienes terrenales, se escaquean con políticas fiscales eximentes, mientras el resto de los mortales tienen que asumir los costos de los estropicios económicos que están llevando al mundo, una vez más, a la banca rota. Veánse los tejemanejes de una de las ínclitas agencias calificadoras de finanzas, Standard & Poor, que mintió como un bellaco en la debacle de 2008, ocultando datos que hubiesen dejado al descubierto a los mercaderes de marras.

Es lo que hay: medios de comunicación sólo para sevir a quienes los poseen y no como servicio público. Luego se quejarán de que los de las administraciones públicas les hacen competencia desleal, y por tanto, lo mejor –para ellos, claro-, hacerlos desaparecer.

jueves, 11 de agosto de 2011

SOMALIA.

La sobrevenida quiebra de la economía, que ha sostenido el estado del bienestar de los llamados países del primer mundo, ha puesto de manifiesto la insolente autoimportancia, y autoignorada estúpidez, que se conceden los naturales de esa parte del planeta, poniendo el grito en el cielo por la suerte con la que tendrán que lidiar si los mercados financieros no encuentran garantía para seguir fiándose de la solvencia que les ha permitido vivir como si todo el mundo fuese de su propiedad –claro que quienes lo pagarán, como siempre, serán las capas que viven con lo justo. De ahí que en los mass media no quepan más lamentos que los emitidos por los que todavía siguen disfrutando del usufruto de los bienes universales, oséase, los pudientes de toda la vida, que aquí, al final, estamos donde siempre, o a eso nos quieren devolver.
Mas, ante tanto desatino y autocomplacencia ignorando a los semejantes, cómo osar mirar a cielo esperando un milagro, cuando en nuestro entorno vienen coexistiendo estos pueblos sumidos en la tragedia, envidiándonos, sin conseguir conjurar la maldición que les lastra la existencia ni llamar nuestra atención, si no es sólo cuando la desgracia es tan sangrante y contundente persistiendo la calamidad que impide soslayar por más tiempo su gravedad, dar lugar a que algunos noticiarios se dignen contar catástrofes como el terremoto de Haití, o las muchas otras, por diferentes razones, que sufren algunos pueblos africanos. A la sazón el clamoroso caso de Somalia que, por los 29.000 niños menores de cinco años que han sucumbido a causa de la hambruna derivada de las últimas sequías, no ha merecido tal tratamiento.
Lo peor, de los recien pasados sesenta años, es la malnutrición que en estos momentos, según la ONU, contabiliza a 640 mil infantes somalíes que incrementarán la lista de los que, ojalá sea verdad que están en mejor vida, la providencia no protegió en este valle de Josafaf. Es la triste realidad, que seguirá de permanente actualidad si el mundo sigue mirando para otro lado y no se conmueve con el drama que padecen más de tres millones de personas en aquella región de África. Todo, con la excusa de que llevar ayuda a Somalia es difícil porque milicias islámicas, afines a las estrategias de Al-Qaeda frente a Occidente, controlan gran parte de las zonas más afectadas por la sequía, negando la mayor, e impidiendo el acceso a quienes podrían proveer de medios del Programa Mundial de Alimentos.
Y, lo más grave aún está por venir, tal lo ve el director de este programa en Etiopía, dado que la situación se extenderá por otras zonas del territorio, donde ya han comenzado las huídas para refugiarse en los países vecinos, intentando sobrevivir en campamentos, contando con las ayudas que la comunidad internacional le preste, aun las dificultades que ésta encuentra para recaudar fondos de quienes están comprometidos, caso de la Unión Africana, para prevenir que los efectos climáticos del momento y los eventuales en el futuro, se atajen. Así, ésta ha convocado una cumbre para el 25 de agosto próximo con el afán de recabar fondos de donantes que palien y fomenten iniciativas que eviten estas plagas.
No será nada fácil dada la situación de crisis económica que atravesamos; y esto será un argumento para excusarse y eludir responsabilidades por parte de estados –ahí está el manido 0,7 que ya hasta huele, pero nadie los suelta-, empresas, industrias, y las mismas ONGs, hasta ahora implicados. Y es que a la fecha, según la ONU, se han invertido centenares de millones, empero, se siguen necesitando más centenares de millones o tendremos sobre nosotros otro cargo de conciencia que añadir a nuestra lista de egoísmos, siendo cómplice de quienes sólo estuvieron atentos para esquilmarlos.