jueves, 19 de agosto de 2010
¿OTRA OPERACIÓN "BANDERA FALSA"?
La historia tiende a repetirse porque los que no duermen acechan para, a la primera ocasión, recordárnoslo sorprendiéndonos por la retaguardia. A qué entrar en más detalles haciendo una relación exhautiva de hechos que aguaron la fiesta utilizando cualquier medio disponible para lanzar la piedra (o, la flecha, al incendiario, una carga dinamitadora, misiles, e incluso, los propios aviones de pasajeros contra rascacielos llenos de gente) y esconder la mano homicida, si con ello provocan el conflicto del que se beneficiará particularmente ocupando un territorio; vendiendo armas; o ganando elecciones, etc., etc., etc.
Melilla, (como Ceuta y algunos promontorios para colonias de aves en medio del agua) enclave español en el norte de África durante siglos; significativamante antes que Gibraltar en los dominios de su graciosa (y eterna) majestad, y Sicilia de Italia, un ponés, (recordando que la antigua Rusadir ya dependió de la Hispania romana; después del al’Andalus cordobés, para ser considerada parte de la corona española a partir del XV, vicisitudes aparte). Pero, ¡ah!, para sotener ciertos emplazamientos, históricamente demostrables que sólo existieron cuando el que en la actualidad los administra, es verdad, cómo no, primero violentando a los cuatro que andaban por allí esparcidos, culturizando, civilizando, qué sé yo, nada distinto al modo de la época y sobre la marcha hasta hoy han hecho las potencias dominadoras del planeta, sin contemplaciones, que en el presente agostan a marchas forzadas, como si ya tuviesen otros lugares siderales para vivir, tras esquilmarlos, donde continuar el tan poco ejemplarizante modelo de convivencia.
Pero, volviendo al principio, la estrategia denominada “bandera falsa” no deja de ponerse en marcha cada vez que espurios intereses deciden intevenir, ante el asombro de quienes vivimos cazando moscas, para vaya usted a saber qué fines defender. Así, desde los propios monarcas (más o menos legítimos) de los respectivos estados, con la interesada claque de la oposición aplaudiendo, incluido los voceros de la delegación vaticana en España (ya me dirán qué pintan los del PP, con el ex del bigote –ahora afeitado-, arrimando estopa al caldeado ambiente, para escarnio de políticos en unos momentos de nefasta imagen desde ZP para abajo), prestándose a una manipulación que puede llevarnos, si no andamos listos, a pasajes de la historia mundial que nos ponen los pelos como escarpias.
A España mismo, desde el hundimiento del “Maine” en el puerto de La Habana (como otros hundimientos, porque no sólo a nuestro país le han buscado las vueltas, si recordamos otros interesados como el del “Lusitania” frente a Irlanda, para USA entrar en la I Gran Guerra; del “Liberty” de la Navy, fondeado en la costa israelí, para éstos declarar la “guerra de los seis días” a Egipto; y, en fin, para no hacernos pesados, los ataques a la VII Flota en la bahía de Tonking, para darle cancha al belicismo norteamericano metiendo sus botas en Vietnam), excusa para los yanquis mangonear Cuba, declarando la guerra a nuestro decimonónico y deprimido país de entonces.
No es por nada, pero sería bueno no dejarse manipular con la españolidad de Melilla, entusiásticamente, marchando tras “banderas falsas” por patrioterísmo huero, al uso perejil, porque eso es lo que necesitan para acabar con nuestro entusiasmo.
Melilla, (como Ceuta y algunos promontorios para colonias de aves en medio del agua) enclave español en el norte de África durante siglos; significativamante antes que Gibraltar en los dominios de su graciosa (y eterna) majestad, y Sicilia de Italia, un ponés, (recordando que la antigua Rusadir ya dependió de la Hispania romana; después del al’Andalus cordobés, para ser considerada parte de la corona española a partir del XV, vicisitudes aparte). Pero, ¡ah!, para sotener ciertos emplazamientos, históricamente demostrables que sólo existieron cuando el que en la actualidad los administra, es verdad, cómo no, primero violentando a los cuatro que andaban por allí esparcidos, culturizando, civilizando, qué sé yo, nada distinto al modo de la época y sobre la marcha hasta hoy han hecho las potencias dominadoras del planeta, sin contemplaciones, que en el presente agostan a marchas forzadas, como si ya tuviesen otros lugares siderales para vivir, tras esquilmarlos, donde continuar el tan poco ejemplarizante modelo de convivencia.
Pero, volviendo al principio, la estrategia denominada “bandera falsa” no deja de ponerse en marcha cada vez que espurios intereses deciden intevenir, ante el asombro de quienes vivimos cazando moscas, para vaya usted a saber qué fines defender. Así, desde los propios monarcas (más o menos legítimos) de los respectivos estados, con la interesada claque de la oposición aplaudiendo, incluido los voceros de la delegación vaticana en España (ya me dirán qué pintan los del PP, con el ex del bigote –ahora afeitado-, arrimando estopa al caldeado ambiente, para escarnio de políticos en unos momentos de nefasta imagen desde ZP para abajo), prestándose a una manipulación que puede llevarnos, si no andamos listos, a pasajes de la historia mundial que nos ponen los pelos como escarpias.
A España mismo, desde el hundimiento del “Maine” en el puerto de La Habana (como otros hundimientos, porque no sólo a nuestro país le han buscado las vueltas, si recordamos otros interesados como el del “Lusitania” frente a Irlanda, para USA entrar en la I Gran Guerra; del “Liberty” de la Navy, fondeado en la costa israelí, para éstos declarar la “guerra de los seis días” a Egipto; y, en fin, para no hacernos pesados, los ataques a la VII Flota en la bahía de Tonking, para darle cancha al belicismo norteamericano metiendo sus botas en Vietnam), excusa para los yanquis mangonear Cuba, declarando la guerra a nuestro decimonónico y deprimido país de entonces.
No es por nada, pero sería bueno no dejarse manipular con la españolidad de Melilla, entusiásticamente, marchando tras “banderas falsas” por patrioterísmo huero, al uso perejil, porque eso es lo que necesitan para acabar con nuestro entusiasmo.
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