lunes, 30 de agosto de 2010

LA CANÍCULA

En el año 2000, se escribía:
(…)Tal vez el mito por excelencia en la nueva era de la flexibilidad sea el de la democracia. En la literatura sobre las nuevas formas de organización del trabajo basadas en la flexibilidad se insiste hasta la saciedad en que las mismas resultan incompatibles (al menos si de verdad se pretende su optimización) con los tipos de organización, cultura corporativa, política de recursos humanos y estilo de liderazgo característicos de las tradiciones empresariales de mayor arraigo en las sociedades industriales. En definitiva, el paradigma de la flexibilidad resultaría incompatible con la cultura de “baja confianza” característica del taylorismo-fordismo, en virtud de la cual se separa la concepción de las tareas de su ejecución, ya que, una vez que se han reducido las intervenciones del trabajador a rutinas, éstos sólo deben aplicarlas. Pero en una situación caracterizada por la incertidumbre, cuanto más a menudo se deban cambiar los productos y los procesos más difícil será reducirlos a rutina y, por el contrario, más necesario será icorporar a la producción la interpretación y la iniciativa de los trabajadores. Si tenemos en cuenta que, en organizaciones de “poca confianza”, los trabajadores no comparten (ni tienen por qué hacerlo) los objetivos de la empresa, no están formados no retribuidos (ni tienen por qué estarlo) para mostrar iniciativa, dado lo cual es más que probable que utilicen su iniciativa como un elemento más en sus luchas con los superiores (ejemplo de la huelga de celo: boicotear la producción siguiendo estrictamente las normas), la única salida es crear organizaciones de “mucha confianza”, en las que se combinen la concepción y la ejecución, en las que quienes hacen el trabajo han participado en la definición de qué trabajo debe hacerse y de qué forma… (El Derecho a Vivir con Dignidad: Del Pleno Empleo al Empleo Pleno. Imanol Zubero).

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